Papa León XIII - Exorcismo contra Satanás y los Ángeles Rebeldes
En Octubre 13, 1884, el Papa León XIII, experimento una visión horrible. Después
de celebrar la Eucaristía, estaba consultando sobre ciertos temas con sus
cardenales en la capilla privada del Vaticano cuando de pronto se detuvo al pie
del altar y quedo sumido en una realidad que solo el veía. Su rostro tenia
expresión de horror y de impacto. Se fue palideciendo. Algo muy duro había
visto. De repente, se incorporo, levanto su mano como saludando y se fue a su
estudio privado. Lo siguieron y le preguntaron: ¿Que le sucede su Santidad? ¿Se
siente mal?
El respondió: "¡Oh, que imágenes tan terribles se me han permitido ver y escuchar!", y se encerró en su oficina.
Exorcismo Publicado por orden de Su Santidad León XIII
El respondió: "¡Oh, que imágenes tan terribles se me han permitido ver y escuchar!", y se encerró en su oficina.
¿Qué vio León XIII? "Vi demonios y oí sus crujidos, sus
blasfemias, sus burlas. Oí la espeluznante voz de Satanás desafiando a Dios,
diciendo que el podía destruir la Iglesia y llevar todo el mundo al infierno si
se le daba suficiente tiempo y poder. Satanás pidió permiso a Dios de tener 100
años para poder influenciar al mundo como nunca antes había podido hacerlo."
También León XIII pudo comprender que si el demonio no lograba cumplir su
propósito en el tiempo permitido, sufriría una derrota humillante. Vio a San
Miguel Arcángel aparecer y lanzar a Satanás con sus legiones en el abismo del
infierno.
Después de media hora, llamo al Secretario para la Congregación
de Ritos. Le entrego una hoja de papel y le ordeno que la enviara a todos los
obispos del mundo indicando que bajo mandato tenia que ser recitada después de
cada misa, la oración que ahí el había escrito.
Oración a San Miguel Arcangel de León XIII (formula abreviada)
“San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla; sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio. Reprímale Dios, pedimos suplicantes; y tú, príncipe de la milicia celestial, arroja al infierno a Satanás y a los demás espíritus malignos que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén”.
Exorcismo Publicado por orden de Su Santidad León XIII
En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén
Salmo 67.
Levántese Dios y sean dispersados sus enemigos y huyan de su
presencia los que le odian.
Como se disipa el humo se disipen ellos, como, se derrite la
cera ante el fuego, así perecerán los impíos ante Dios.
Salmo 34.
He aquí la Cruz del Señor, huid poderes enemigos. R. Ha vencido el León de la tribu de Judá, la raíz de David.
Señor, que tu misericordia venga sobre nosotros.
R. Como lo esperamos de Ti.
Señor, escucha nuestra oración.
R. Y llegue a Ti nuestro clamor.
(El Señor esté con vosotros. (Sólo si es un sacerdote)
R. Y con tu espíritu).
Señor, pelea contra los que me atacan; combate a los que luchan
contra mí.
Sufran una derrota y queden avergonzados los que me persiguen a muerte.
Vuelvan la espalda llenos de oprobio los que maquinan mi perdición.
Sean como polvo frente al viento cuando el Ángel del Señor los desbarate.
Sea su camino oscuro y resbaladizo, cuando el Ángel del Señor los persiga.
Porque sin motivo me tendieron redes de muerte, sin razón me abrieron trampas mortales.
Que les sorprenda un desastre imprevisto,
que los enrede la red que para mí escondieron;
que caigan en la misma trampa que me abrieron.
Mi alma se alegra con el Señor y gozará de su salvación.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en un principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
Sufran una derrota y queden avergonzados los que me persiguen a muerte.
Vuelvan la espalda llenos de oprobio los que maquinan mi perdición.
Sean como polvo frente al viento cuando el Ángel del Señor los desbarate.
Sea su camino oscuro y resbaladizo, cuando el Ángel del Señor los persiga.
Porque sin motivo me tendieron redes de muerte, sin razón me abrieron trampas mortales.
Que les sorprenda un desastre imprevisto,
que los enrede la red que para mí escondieron;
que caigan en la misma trampa que me abrieron.
Mi alma se alegra con el Señor y gozará de su salvación.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en un principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
Súplica a San Miguel Arcángel.
Gloriosísimo príncipe de la milicia celestial, Arcángel San
Miguel, defiéndenos en la lucha que mantenemos combatiendo "contra los
principados y potestades, contra los caudillos de este mundo tenebroso, contra
los espíritus malignos esparcidos por los aires" (Ef. 6, 12). Ven en
auxilio de los hombres que Dios creó incorruptibles a su imagen y semejanza
(Sap. 2, 23), y a tan "alto precio rescatados" (I Cor. 6, 20) de la
tiranía del demonio. Con las huestes de los ángeles buenos pelea hoy los
combates del Señor, como antaño luchaste contra Lucifer, corifeo de la soberbia
y contra sus ángeles apóstatas. Ellos no pudieron vencer, y perdieron su lugar
en el Cielo. "Fue precipitado el gran dragón, la antigua serpiente
el denominado diablo y Satanás, el seductor del universo: fue precipitado a la
tierra y con él fueron arrojados sus ángeles" (Apoc. 12,.8-9).
He aquí que el antiguo enemigo y homicida se ha erguido con
vehemencia. Disfrazado de "ángel de luz" (II Cor. 11, 14) con la
escolta de todos los espíritus malignos rodea e invade la tierra entera, y se
instala en todo lugar, con el designio de borrar allí el nombre de Dios y de su
Cristo, de arrebatar las almas destinadas a la corona de la gloria eterna, de
destruirlas y perderlas para siempre. Como el más inmundo torrente, el maligno
dragón derramó sobre los hombres de mente depravada y corrompido corazón, el
veneno de su maldad: el espíritu de la mentira, de la impiedad y de la
blasfemia; el letal soplo de la lujuria, de todos los vicios e iniquidades.
Los más taimados enemigos han llenado de amargura a la Iglesia,
esposa del Cordero Inmaculado, le han dado a beber ajenjo, han puesto sus manos
impías sobre todo lo que para Ella es más querido. Donde fueron establecidas la
Sede de San Pedro y la Cátedra de la Verdad como luz para las naciones, ellos
han erigido el trono de la abominación de la impiedad, de suerte que, golpeado
el Pastor, pueda dispersarse la grey. Oh invencible adalid, ayuda al pueblo de
Dios contra la perversidad de los espíritus que le atacan y dale la
victoria.
La Iglesia te venera como su guardián y patrono, se gloría que
eres su defensor contra los poderes nocivos terrenales e infernales; Dios te
confió las almas de los redimidos para colocarlos en el estado de la suprema
felicidad. Ruega al Dios de la paz que aplaste al demonio bajo nuestros pies,
para que ya no pueda retener cautivos a los hombres y dañar a tu Iglesia. Ofrece
nuestras oraciones al Altísimo, para que cuanto antes desciendan sobre nosotros
las misericordias del Señor (Salmo 78, 8), y sujeta al dragón, la
antigua serpiente, que es el diablo y Satanás, y, una vez encadenado,
precipítalo en el abismo, para que nunca jamás pueda seducir a las naciones
(Apoc. 20).
Después de esto, confiados en tu protección y patrocinio, con
la sagrada autoridad de la Santa Madre Iglesia, nos disponemos a rechazar la
peste de los fraudes diabólicos, confiados y seguros en el Nombre de Jesucristo,
nuestro Dios y Señor.
He aquí la Cruz del Señor, huid poderes enemigos. R. Ha vencido el León de la tribu de Judá, la raíz de David.
Señor, que tu misericordia venga sobre nosotros.
R. Como lo esperamos de Ti.
Señor, escucha nuestra oración.
R. Y llegue a Ti nuestro clamor.
(El Señor esté con vosotros. (Sólo si es un sacerdote)
R. Y con tu espíritu).
Oremos. Dios y Padre de Nuestro Señor
Jesucristo, invocamos tu santo Nombre y suplicantes imploramos tu clemencia,
para que, por la intercesión de la Inmaculada siempre Virgen María Madre de
Dios, del Arcángel San Miguel, de San José Esposo de la Santísima Virgen, de los
santos Apóstoles Pedro y Pablo y de todos los Santos, te dignes prestarnos tu
auxilio contra Satanás y todos los demás espíritus inmundos que vagan por el
mundo para dañar al género humano y para la perdición de las almas. Amén.
Exorcismo: Te exorcizamos todo espíritu
maligno, poder satánico, ataque del infernal adversario, legión, concentración y
secta diabólica, en el nombre y virtud de Nuestro Señor Jesu + cristo, para que
salgas y huyas de la Iglesia de Dios, de las almas creadas a imagen de Dios y
redimidas por la preciosa Sangre del Divino Cordero +. En adelante no oses,
perfidísima serpiente, engañar al género humano, perseguir a la Iglesia de Dios,
zarandear a los elegidos y cribarlos como el trigo +. Te lo manda Dios Altísimo,
a quien en tu insolente soberbia aún pretendes asemejarte, "el cual quiere
que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad" (II
Tim. 2). Te lo manda Dios Padre + te lo manda Dios Hijo +; te lo manda Dios
Espíritu Santo +. Te lo manda la majestad de Cristo, el Verbo eterno de Dios
hecho hombre, quien para salvar a la estirpe perdida por tu envidia, "se
humilló a sí mismo hecho obediente hasta la muerte" (Fil. 2); el cual
edificó su Iglesia sobre roca firme, y reveló que los "poderes del infierno
nunca prevalecerían contra ella, Él mismo había de permanecer con ella todos los
días hasta el fin de los tiempos" (Mat. 28, 20). Te lo manda el santo signo
de la Cruz y la virtud de todos los Misterios de la fe cristiana +. Te lo manda
la excelsa Madre de Dios, la Virgen María, quien con su humildad desde el primer
instante de su Inmaculada Concepción aplastó tu orgullosa cabeza +.
Te lo manda la fe de los santos Apóstoles Pedro y Pablo y de
los demás Apóstoles +. Te lo manda la sangre de los mártires y la piadosa
intercesión de todos los Santos y Santas +. Por tanto, maldito dragón y toda
legión diabólica, te conjuramos por Dios + vivo, por Dios + verdadero, por Dios
+ santo, que "de tal modo amó al mundo que entregó a su unigénito Hijo, para
que todo el que crea en Él no perezca, sino que viva la vida eterna" (Juan
3); cesa de engañar a las criaturas humanas y deja de suministrarles el veneno
de la eterna perdición; deja de dañar a la Iglesia y de poner trabas a su
libertad. Huye Satanás, inventor y maestro de toda falacia, enemigo de la
salvación de los hombres. Retrocede ante Cristo, en quien nada has hallado
semejante a tus obras. Retrocede ante la Iglesia una, santa, católica y
apostólica, la que el mismo Cristo adquirió con su Sangre. Humíllate bajo la
poderosa mano de Dios. Tiembla y huye, al ser invocado por nosotros el santo y
terrible Nombre de Jesús, ante el que se estremecen los infiernos, a quien están
sometidas las Virtudes de los cielos, las Potestades y las Dominaciones; a quien
los Querubines y Serafines alaban con incesantes voces diciendo: Santo, Santo,
Santo es el Señor, Dios de los Ejércitos.
Señor, escucha mi oración.
R. Y llegue a Ti mi clamor.
(El Señor esté con vosotros. (Sólo si es un sacerdote)
R. Y con tu espíritu).
R. Y llegue a Ti mi clamor.
(El Señor esté con vosotros. (Sólo si es un sacerdote)
R. Y con tu espíritu).
Oremos. Dios del Cielo y de la tierra, Dios de
los Ángeles, Dios de los Arcángeles, Dios de los Patriarcas, Dios de los
Profetas, Dios de los Apóstoles, Dios de los Mártires, Dios de los Confesores,
Dios de las Vírgenes, Dios que tienes el poder de dar la vida después de la
muerte, el descanso después del trabajo, porque no hay otro Dios fuera de Ti, ni
puede haber otros sino Tú mismo, Creador de todo lo visible y lo invisible, cuyo
reino no tendrá fin: humildemente te suplicamos que tu gloriosa Majestad se
digne librarnos eficazmente y guardarnos sanos de todo poder, lazo, mentira y
maldad de los espíritus infernales. Por Cristo Nuestro Señor. Amén.
De las asechanzas del demonio.
R. Líbranos, Señor.
Haz que tu Iglesia te sirva con segura libertad.
R. Te rogamos, óyenos.
Dígnate humillar a los enemigos de tu Iglesia.
R. Te rogamos, óyenos. (Se rocía con agua bendita el lugar y a los presentes). Señor, no recuerdes nuestros delitos ni los de nuestros padres, ni tomes venganza de nuestros pecados (Tobías 3, 3). Padre nuestro ...
R. Líbranos, Señor.
Haz que tu Iglesia te sirva con segura libertad.
R. Te rogamos, óyenos.
Dígnate humillar a los enemigos de tu Iglesia.
R. Te rogamos, óyenos. (Se rocía con agua bendita el lugar y a los presentes). Señor, no recuerdes nuestros delitos ni los de nuestros padres, ni tomes venganza de nuestros pecados (Tobías 3, 3). Padre nuestro ...
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