LEGION DE MARIA

Wednesday, January 25, 2012

San Pablo: de Rabino Judío a Cristiano Apostol

La conversión de San Pablo

FIESTA: 25 DE ENERO

Saulo, llamado más tarde Pablo, era natural de Tarso. Era un hebreo bien formado en la Ley de Moisés con el fariseo Gamaliel. Ingresó a la severa secta de los fariseos, convirtiéndose en un perseguidor y enemigo de Cristo. Lo apasionado de su persecución lo llevó a ofrecerse al sumo sacerdote, luego de haber tomado parte en la lapidación del diácono Esteban, para ir a Damasco a arrestar a todos los judíos que confesaran a Jesús.

Pablo salió a “perseguir a Dios”, y en cambio Dios se presentó en su camino para invitarlo a entrar en una vida nueva. Pablo se convierte por la gracia de Dios y por su propio sí al señor. Dios le cambia completamente sus planes: lo elige como instrumento para llevar su Palabra a los paganos, y no precisamente con el requisito previo de su incorporación al pueblo de Israel y su ritual. El apóstol fue llamado a ser puente vivo entre la antigua ley de Moisés y la nueva ley de Cristo.

La Sagrada Biblia, en el capítulo 9 de los Hechos de los Apóstoles, narra la Conversión de San Pablo:

Saulo, respirando amenazas de muerte contra los discípulos del Señor, se presentó al Sumo Sacerdote y le pidió cartas de recomendación para las sinagogas de los judíos de Damasco, para que si encontraba algunos seguidores de Cristo, los pudiera llevar presos y encadenados a Jerusalén.

Y sucedió que yendo de camino, cuando estaba cerca de Damasco, de repente le rodeó una luz venida del cielo; cayó en tierra y oyó una voz que le decía: “Saulo, Saulo, ¿Por qué me persigues?”. El respondió: ¿Quién eres tú Señor? Y oyó que le decían: “Yo soy Jesús a quien tú persigues. Pero ahora levántate; entra en la ciudad, y allí se te dirá lo que tendrás que hacer”

El diálogo entre el Señor y Saulo significó un cambio total de vida, una conversión, un giro. Saulo queda ciego, pero por primera vez en su vida, una inmensa luz invade su corazón. Es la luz de Cristo de la que, desde ahora, dará testimonio con su personalidad arrebatada y apasionada.

Y continúa el relato de los Hechos de los apóstoles: Los que lo acompañaban se detuvieron mudos de espanto, pero no veían a nadie. Saulo se levantó del suelo, y aunque tenía los ojos abiertos no veía nada. Lo llevaron de la mano y lo hicieron entrar en Damasco. Pasó tres días sin comer y sin beber.

Había en Damasco un discípulo llamado Ananías. El Señor le dijo en una visión: “¡Ananías!” El respondió: "Aquí estoy Señor" y el Señor le dijo: "Levántate. Vete a la calle Recta y pregunta en la casa de Judas por uno de Tarso que se llama Saulo; mira: él está en oración y está viendo que un hombre llamado Ananías entra y le coloca las manos sobre la cabeza y le devuelve la vista.”

Respondió Ananías y dijo: "Señor, he oído a muchos hablar de ese hombre y de los males que ha causado a tus seguidores en Jerusalén, y que ha venido aquí con poderes de los Sumos Sacerdotes para llevar presos a todos los que creen en tu nombre".

El Señor le respondió: "Vete, pues a éste lo he elegido como un instrumento para que lleve mi nombre ante los que no conocen la verdadera religión y ante los gobernantes y ante los hijos de Israel. Yo le mostraré todo lo que tendrá que padecer por mi nombre".

Fue Ananías. Entró en la casa. Le colocó sus manos sobre la cabeza y le dijo: "Hermano Saulo: me ha enviado a ti el Señor Jesús, el que se te apareció en el camino por donde venías. Y me ha enviado para que recobres la vista y seas lleno del Espíritu Santo". Al instante se le cayeron de los ojos unas como escamas y recobró la vista. Se levantó y fue bautizado. Tomó alimento y recobró las fuerzas.

Estuvo algunos días con los discípulos de Damasco y enseguida se puso a predicar en favor de Jesús, en las sinagogas o casas de oración, y decía que Jesús es el Hijo de Dios. Todos los que lo escuchaban quedaban admirados y decían: ¿No es éste el que en Jerusalén perseguía tan violentamente a los que invocaban el nombre de Jesús? Y ¿No lo habían enviado los Sumos Sacerdotes con cartas de recomendación para que se llevara presos y encadenados a los que siguen esa religión? "Pero Saulo seguía predicando y demostraba a muchos que Jesús es el Mesías, el salvador del mundo".

Saulo se cambió el nombre por el de Pablo. Y en la carta a los Gálatas él mismo nos relata su conversión: "Cuando Aquél que me llamó por su gracia me envió a que lo anunciara entre los que no conocían la verdadera religión, me fui a Arabia, luego volví a Damasco y después de tres años subí a Jerusalén para conocer a Pedro y a Santiago". Las Iglesias de Judea no me conocían pero decían: "El que antes nos perseguía, ahora anuncia la buena noticia de la fe, que antes quería destruir". Y glorificaban a Dios a causa de mí.

Pablo dirá también: "Todo lo que para mi era ganancia, lo tengo por pérdida comparado con Cristo. Todo lo tengo por basura con tal de ganar a Cristo. Sólo una cosa me interesa: olvidando lo que queda atrás y lanzándome a lo que está delante, corro hacia la meta, hacia el galardón de Dios, en Cristo Jesús".

Normalmente los llamamientos del Señor son mucho más sencillos que el de Pablo. Suelen ser como una suave brisa. Pero todos tenemos nuestro camino de Damasco. A cada uno nos sale al encuentro el Señor desde el recodo más inesperado del camino. Él nos espera.

El llamamiento tan espectacular que recibe Pablo no quita valor a su seguimiento. Pablo podría haberle dicho que no al Señor como lo hicieron otros personajes que aparecen en el Evangelio, y que incluso vivieron con Jesús, como el joven rico y Judas Iscariote. Pablo en cambio se rindió, respondiendo con docilidad: "¿Qué debo hacer, Señor?" (Hechos 22, 10).

Pidámosle al Señor, Dios Nuestro, un corazón dócil como el de Ananías, pronto a decir que sí a la misión que Dios le encomendaba, a pesar de no comprenderla.

Pidámosle también al Señor que, muriendo a la antigua vida de pecado como lo hizo Pablo, podamos llevar su Evangelio con nuestra vida.

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